viernes, 30 de noviembre de 2018

Japoneses

     Un amigo que coloca aire-acondicionados tiene que hacer unos retoques en el que colocó en nuestra casa. Estoy debajo del aire mirándolo trabajar, en caso de que necesite una mano. El aparato, que en un principio estaba encima mío a, como mucho, dos metros de altura, ahora está como a diez metros. Mi amigo está usando una hidrogrúa para alcanzar esa altura. La misma no tiene baranda, y él está usando las dos manos para manejar un soplete, que por alguna razón tiene que usar para arreglar el desperfecto.
     Desde abajo veo toda la escena con un terrible cagaso, porque al menor descuido, nada impide que la distancia entre el piso y mi amigo se acorte en un parpadeo. Mientras miro el cielo, veo cómo un avión es derribado por los japoneses. Era un B-29 que pasaba para tirarnos provisiones. Hace varios meses que nos tienen prisioneros, y es la cuarta vez que intento escapar. Mientras maldigo para mis adentros por mi mala fortuna, ya que ese derribo no va a hacer otra cosa que alertar a todos y que mi escape sea descubierto mucho antes de lo planeado, empiezo a pensar qué hacer. Uno de mis compañeros de fuga es Neil Armstrong, y sé que dentro de veinte años va a hacer algo importante, por lo que una mala decisión mía puede alterar eventos en el futuro.
     Volvemos al campo, pasando primero por el hangar japonés en busca de alguna provisión extra que hayan dejado olvidada en sus constantes despegues. Cuando llegamos por fin a nuestros barracones, el oficial inglés está completamente decepcionado.
     No llego a dar mis explicaciones que estoy viendo cómo un amigo del colegio pone fajos de billetes en una bolsa. Me explica que es para pagar a un cliente, y que su viejo lo obliga a hacer esos pagos por correo. Que es la forma más simple de hacer lo que él llama transacciones, sin que intervenga ningún banco, ni nada, que siempre se llevan una parte.
     Me quedo afuera de de las oficinas del correo mientras él entra a despachar la bolsa. A los pocos minutos escucho que está puteando a algún empleado. Creo escuchar que no le pueden despachar la bolsa, que le piden hacer algún papeleo, llenar formulario, ni idea, seguro alguna pelotudez burocrática, y mi amigo está a las puteadas. Cuando escucho que insulta a unos guardias de seguridad, decido entrar para frenarles el carro, que esos hijos de puta aprovechan cualquier oportunidad para hacer catarsis con cualquier cliente.
     Al entrar ya lo tienen entre dos y se lo están llevando. Voy corriendo y tiro abajo la puerta del pasillo por el cual acababan de entrar. Las siguientes imágenes son muy confusas. Soy una mujer y estoy tirada en el piso  llena de cristales rotos, probablemente de la puerta que acabo de romper. Estoy dentro de una habitación, como si también me hubiesen agarrado a mí los guardias. Escucho un revuelo del otro lado de una de las paredes. Parecen mujeres en su mayoría, enojadas por lo que acaba de pasar. La pared es tirada abajo, y cuando se disipa el polvo de los escombros, veo que están todas con las manos levantadas y con los dedos apuntando a lo que minutos antes era una pared, y ninguna tiene uñas. Como si hubiesen "disparado" las uñas en simultáneo para destruir la pared.

sábado, 20 de octubre de 2018

La misión

     Está en curso una operación especial que implica el uso de helicópteros militares. Parecieran ser fuerzas armadas serbias, o rusas. Uno de los pilotos es un gordo, de esos que literalmente viven en un cuarto sentado frente a una pantalla. Que no sólo tiene flotadores rodeándole la cintura por la inacción, sino que también tiene en los tobillos.
     Debido a la descripción antedicha, imagino que controla el aparato desde su cuarto, porque subir semejante peso a la cabina de uno de esos aparatos, no sólo implicaría impedimentos dentro del reducido espacio, sino que además el hecho de introducirlo probablemente agitaría al gordito y no cumpliría, debido a la agitación, sus funciones al máximo de su potencial. Y por la seriedad de la operación, no pareciera que los genios detrás de ella acepten un mínimo de error.
     Apenas visualizo los despegues de las fieras metálicas voladoras, todo se desvanece y el gordo ahora está sentado en el comedor de un café típico anglosajón, de esos que tienen la barra larga perpendicular a las mesas, y las mesas pegadas a un vidrio que va de lado a lado, desde donde uno puede apreciar la cotidianidad de la ciudad.
     El gordo, como decía, está preocupado. Parece que la misión salió mal y él fue el culpable. Sus superiores claramente lo expulsaron de la unidad. Lo que sigue es una mezcla de información respecto a cómo había él sido aceptado en la unidad en primer lugar.
     En dicho país, para entrar al comando de operaciones especiales se necesita el visto bueno de los ciudadanos corrientes. Es decir, que así como en algunos países a uno le llega un correo para presentarse a ser jurado en un juicio, en este le llega a uno una carta con todas las calificaciones y aptitudes de alguien que aplica y uno tiene el deber de aceptar o rechazar la aplicación.
     El gordo habla de que el país tiene ochenta millones de habitantes, por lo que ubico instantáneamente que es alemán. Habla de lo extraño de haber sido aceptado por banqueros y oficinistas que no entienden nada.
     Ahora me encuentro en una casa que no reconozco. Alguien tiene el video del desastre y pide algo a cambio de él. La morbosidad puede más y la persona obtiene lo que pide.
     El video muestra cuerpos mutilados, sangre y más sangre. Como si la bola gigante de Indiana Jones hubiera aplastado al mismo y a todo el set de filmación.

viernes, 28 de septiembre de 2018

El Fantasma de Cemento

     Estoy pateando por las calles de mi barrio. Volviendo a mi refugio espiritual. A dos cuadras, por error entro a una tienda gigante hindú. Iba por la vereda, y debo haber estado caminando tipo zombie porque entré como en diagonal a la tienda, debido a unas puertas automáticas.
     Cuando me doy cuenta que ya no estoy caminando por mi reconocida vereda, pego la vuelta y salgo. Pero ahora la vereda ya no existe, sino que esa tienda estaba dentro de un Mall. Camino por el corredor que en otra historia hizo las veces de vereda de barrio hasta cruzarme con un guardia de seguridad, para preguntarle por la localización de la salida de aquel fantasma de cemento. Me la señala, pero me dice que para salir tengo que pagar lo que me estoy llevando. Confundido le pregunto qué estoy llevando. No llega a responderme que me doy cuenta que tengo encima una mochila, con etiqueta y todo. Hay un cortocircuito de nervios en mi interior y lo siguiente que recuerdo es que estoy corriendo, escapando de ese guardia en busca de otra salida.
     Bajo por unas escaleras mecánicas y la persona que corre es otra esencia. Es una mujer en sus treinta. Lleva una peluca gris y corre como si llevara pantuflas. Hay mucha gente en la entrada/salida de aquel Mall. La mayoría está festejando el evento, como si fuese alguien importante llegando a la meta de una maratón. Cruza la línea. Hay papelitos, globos, gritos eufóricos, abrazos.
     Estoy contando dicha historia postrado en la cama de un Hospital rodeado de niños que me miran atentamente.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Insectos de nuestras tierras

     Debo tener entre diez y doce años. Estoy con unos amigos en un galpón viejo. Ese típico lleno de chatarra y partes de autos y bicicletas, que siempre algún familiar de uno tiene. Estamos armando algo mecánico que depende de una rueda para funcionar. Le ponemos la rueda, la hacemos girar y nos volvemos locos de felicidad al verlo funcionar. Nos ponemos a cantar canciones de la infancia. Paradójicamente, sé que estoy cantando la canción de "Chiquititas". Me sé la letra y acompaño a mis amigos en el canto. Pero debe estar la letra y el ritmo en mi subconsciente, porque no hay ningún rastro en mi consciente al escribir esto.
     Ahora salimos a la calle. Es la calle de tierra de un pueblo campestre, con zanjas a ambos lados. Mis compinches agarran palas y empiezan a cavar otra zanja perpendicular a las otras, entre la entrada de nuestro galpón y la tranquera del vecino de enfrente. De alguna forma es como si intentaran unir ambas zanjas cual trincheras. Son pura energía, pero lo que quieren hacer es demasiado para apenas un ratito de una tarde de verano. Sólo logran hacer un metro de largo de un leve desnivel en la calle.
     Cuando están descansando veo algo. Algo que ellos no notaron. Hay un túnel exactamente debajo del trazado donde ellos querían hacer aquella proeza infantil. El túnel está lleno de hormigas del tamaño de una avispa, y es apenas la punta de una gigantesca megalópolis de otros tantos insectos. Ese jugueteo de palas y tierra no hizo otra cosa que despertarlos.
     Se desmorona y cae dentro de aquel infierno de hormigas lo poco de tierra que habían empezado a cavar. Empiezan a salir. La tierra tiembla a nuestro alrededor. Por la entrada de nuestro galpón asoma la cabeza una cucaracha más grande que un sapo. Con la esperanza de bloquear su salida, y la de sus amigas que vienen detrás empujando, le salto encima de la cabeza.
     Apenas consigo unos segundos de tiempo para que mis amigos huyan. Empiezo a elevarme debido a la presión de miles y miles de bichos saliendo por el hueco. Quedo a unos tres metros del nivel del suelo. Estoy encima de los bichos, que todos unidos hacen la forma de una pared.
     Ahora uno de mis hermanos me está contando las leyendas sobre aquellos seres mágicos, que algunos veces hacen desaparecer paredones, tranqueras, hasta casas. Para luego volverlas a sus lugar como si nada hubiese pasado. Me cuenta también que el paredón donde estaba parado había desaparecido hacía unos días.

viernes, 10 de agosto de 2018

Entes de la noche

     Llevo en cada brazo bolsas de residuo negras, grandes. No estoy seguro de estar recreando el acto del buen ciudadano promedio de sacar la basura afuera, porque no las dejo en ningún canasto, sino que las apoyo en el suelo, a la salida de un edificio. Las dejo ahí, cruzo a la vereda de enfrente y me siento. Ahí me quedo, sentado y esperando algo. Empiezo a creer que nuevamente soy un criminal y que estoy tramando algo, porque otra razón no le veo al haber dejado dos bolsas de residuo llenas de algo que desconozco, en frente de la puerta de un edificio, para luego sentarme a pocos metros, en la vereda de enfrente a esperar.
     Pero no, no lo soy, o tal vez sí y no llego a concretar mis oscuros planes. Algo, o alguien, pasa
a una velocidad increíble por los tejados de ese edificio y se adentra por una ventana. Me levanto y... ¿Tiro un pucho al piso? ¿Estaba fumando? ¿Quién mierdas soy?.
     Me adentro rápido a la morada de lo que parece ser un grupo de nerds de alguna universidad. Están todos en sus habitaciones o bien leyendo o bien frente a una computadora con auriculares. Nadie parece haberse percatado de que un ente entró a su círculo, o más bien dos, porque dudo mucho que alguno de aquellos pánfilos me hubiese dejado entrar de haberme presentado formalmente.
     Correteo por un pasillo y sigo viendo un bobo tras otro, completamente aislados mentalmente de este cosmos. Llego a una cocina y por fin alguien con los pies en la tierra me ve y entiende de qué va la cosa. Me señala a mi izquierda y lo encuentro.
     Es un drogadicto, también con auriculares. Remera amarilla con escritos verdes. Altura media. Mirada perdida. Enojado. Me señala. Señala al pibe. Nos amenaza con palabras incongruentes. Hago un vistazo panorámico rápido para asegurarme de que esté lejos de cualquier cosa filosa de la cocina. No me apasiona forcejear contra un loco con un cuchillo. Miro al pibe en busca de alguna respuesta, pero nada. El demente termina abalanzándose sobre mí, pero logro espabilarme a tiempo para agarrarlo y torcerle el brazo por detrás suyo.
     Ahora el que amenaza soy yo. Él sabe algo que necesito saber y empiezo a torcerle más el brazo para que hable. Nada. Hago más fuerza. Grita de dolor. Despierto.

viernes, 3 de agosto de 2018

El Gran Escape

     Hoy es Ramadán y estoy en algún país árabe que lo practica. O se festeja el Yom Kippur y estoy en Israel. O se festeja el Quingming y estoy en China. ¿Hace falta aclarar que no tengo idea donde estoy?
     Tengo hambre y no tengo qué comer debido a que me estoy alojando en un Hotel en dicho país que está apagado. Salgo en busca de alimento. La ciudad parece haber sido construida en una playa. Las manzanas son médanos con construcciones en su interior. En una esquina, empiezo a escarbar como poseído, lo que hace las veces de la puerta de una tienda, que por razones de religión está cerrada. Cuando termino de sacar la arena de la entrada me encuentro con la mirada ¿Enojada? fija de un Cuy. Pienso que se encuentra hibernando, por lo que vuelvo a tapar toda la entrada rápidamente y salgo corriendo asustado de esa calle.
     Cuando me estoy alejando, por fin encuentro otro transeúnte. Pero en vez de ir directo a preguntarle qué se puede hacer en ese día, le paso por al lado caminando y lo asusto con morisquetas. Una vez que capto su atención no llego a preguntarle nada porque él me ataca antes con preguntas sobre un libro. Es un japonés que también está hospedándose en el mismo Hotel y parece culto. Me entretengo hablando con él y le termino prometiendo que le iba a averiguar lo que él andaba buscando.
     Estoy nuevamente en el Hotel junto a Juliette Binoche. Debo estar preguntándole respecto a ese Libro. En medio de la charla tengo un sueño. Veo muchos figuras como de Clemente, el personaje de Caloi, sosteniendo en su boca cuerdas de lo que sería un globo aerostático, que apenas despega de la superficie. Están escapando de alguien o de algún lugar. La huida la hacen por el mar, y muchos Clementitos están debajo del agua sosteniendo esa cuerda. El aerostático no parece elevarse mucho en su armónico trayecto fuera de esas tierras.
     Parece que alguien se les acerca. Hay pánico entre los Clementitos. Es un niño. Cuando aquellas criaturas ya están poniendo cara de derrota, el niño se dirige al que se asemeja al líder y le dice algo al oído. Ahora todos están contentos y el aerostático empieza a elevarse. Todos los seres logran escapar volando con su aparatejo. El niño le había avisado que uno de ellos, que estaba sumergido, se estaba ahogando.
     Salgo de ese trance. Le cuento el sueño a Juliette. Me escucha atentamente todo y me mira con lágrimas en los ojos. Final obvio. Terminamos besándonos.

sábado, 28 de julio de 2018

Prisionera

     Soy un delincuente. Pertenezco a una banda de criminales y nos están siguiendo el rastro. La policía no tiene idea de nuestras identidades, pero conocen en detalle todo nuestro modus operandi.
     No sé si para demostrar cuanto saben de nosotros, o para simplemente atraer nuestra atención, hacen una exposición sobre nuestros golpes. Representan nuestra forma de actuar y hasta tienen mostradores con réplicas de las armas que usamos.
     Mientras nos preparamos para el siguiente robo, no tenemos mejor idea que ir a dicha exposición para apropiarnos de las réplicas, sólo por diversión. Cuando estamos alejándonos del lugar, ya habiendo tomado todo lo que queríamos, una mujer de seguridad nos ve y nos empieza a seguir. Yo me estoy llevando un Arco de tiro profesional, que al momento siguiente pasa a ser un rastrillo de plástico.
     En determinado punto, cada uno del grupo toma distintas direcciones. La mina sin pensarlo dos veces, determina seguirme. Empiezo a dudar de qué hacer con un rastrillo cuando apura el paso y la distancia se hace cada vez más corta. Sin quedarme otra alternativa, disimuladamente desenrosco el palo sin dejar de perderla de vista. Cuando está bien cerca, me le abalanzo amenazándola con el palo.
     Termino llevándomela lejos del lugar hecha prisionera...
     Abro los ojos. Un amigo dice "Amlibargdrd" entre sueños. En la lejanía escucho una sirena de policía.

viernes, 13 de julio de 2018

Otro final de Peli

     Otro finale de película, otra persecuta. El malvado de turno, esta vez es un agente que pone bombas al estilo Lluvia de Fuego (Blown Away). Aunque mi cerebro mezcla/confunde actores con El Especialista (The Specialist), ya que el personaje me recuerda a James Woods.
     La escena final transcurre en el techo de un edificio al cual llego por una de esas escaleras verticales, sin mirar abajo, claro, porque el edificio es mucho muy alto.
     Llego antes que el demente y encuentro las mechas (dos) de la bomba, que por alguna razón inentendible tiene más de una. Y cuando todo indicaría que voy a sacar todo al carajo, y desbaratar la bomba, resulta que saco un encendedor, y ante la mirada de duda de mi compañero, prendo ambas mechas.

sábado, 7 de julio de 2018

En construcción

     Tengo que pasar a buscar a una amiga por un edificio grande. Un museo, una ópera tal vez. Me lleva un hermano y nos acompaña mi madre. Yo viajo en la parte de atrás, y mientras me mensajeo con ella, mi hermano empieza a comportarse raro y conducir muy rápido. ¿Estamos en Alemania o Dinamarca?
     Llegamos a una avenida que parece estar en remodelación. Hay señales, conos, cintas y barricadas de madera color blanco y rojo por todos lados. Mi hermano sigue en su estado catatónico y se lleva todas las señales por delante.
     Mi madre no parece colaborar mucho, por lo que termino estirando mi brazo para volantear y esquivar alguna que otra barricada. Termino usando el freno de mano por no llegar al freno.

sábado, 30 de junio de 2018

El Toro

     Salgo al porche de mi casa con una taza de té en la mano. Mientras entretengo la mirada con el piso, un vecino pasa por la vereda mirándome con cara de "aestelefaltanalgunospatitosenlafila".
     Mi hermano mayor, junto con el "Toro salvaje de las pampas" alias Jerónimo, mi vecino (cuenta la leyenda del barrio que tan solo mostrando el puño, hizo que un ladrón, que portaba un arma, lo dejara en paz, cuando intentaba robarle su camión), están volviendo a casa. Vienen en mi camioneta que compré para que mis olvidados pesos no pierdan aún más valor. Habían ido a comprar algo, hacer un mandado, un trámite, no tengo la menor idea, pero sé que hay un salvavidas azul dentro de la camioneta y estoy esperando por él.
     Cuando llegan, y una vez dentro de la casa, los interrogo al respecto de mi salvavidas. Se miran y no entienden qué quiero. Me dan las llaves de la camioneta como respuesta. Les digo que no es lo que busco, que quiero mi salvavidas. Se vuelven a mirar. Parece que se pasan información con la mirada, agarran las llaves y vuelven a salir.
     Al rato están de nuevo en la casa. Nuevamente los interrogo. Nada. Me dan las llaves.
     Cansado, salgo afuera a buscarlo por mí mismo. No encuentro la camioneta.

sábado, 23 de junio de 2018

Cerebro electricista

     Escenario: Casa de mi madre/ Casa de padres de un amigo/ Mi casa.
     El piso de madera lo es todo, el lugar varía según los recuerdos/pensamientos.
     La madre de mi amigo pregunta quién había lustrado el piso. Lo miro y no lo veo lustrado. Se lo digo. Vuelvo a mirarlo. Ahora está lustrado.
     Confundido busco prender la luz de la habitación para asegurarme de no estar siendo engañado. El interruptor de la luz no hace nada. Pregunto si no está cortada la luz. Nadie sabe.
     Empiezo a buscar el disyuntor o la térmica de la casa. No lo encuentro por ningún lado.
     Un televisor portátil de otra época se enciende mostrando una pantalla a rayas y por arte de magia, se activa la luz del resto de la casa.
     Mi hermana menor se acuerda de todo. Me dice que mi madre tiene programada la energía de la casa para que se prenda con dicho televisor, el cual a su vez, funciona con una celda foto-sensible.
     En palabras cristianas: Sólo hay electricidad en la casa cuando no hay luz solar.

viernes, 15 de junio de 2018

La jefa del lugar

     Acabo de tener franco o algo similar, porque estoy con mi pareja y ambos estamos bastante alzados a la vez que frustrados por no encontrar un lugar donde calmar nuestras ansiedades. Llegamos a lo que sería un gimnasio vacío del ejército y nos encontramos con la mujer a cargo del lugar. La trato en un principio con sumo respeto, creo que porque es unos rangos por arriba del mío, pero ese buen trato no dura mucho debido a que no quiere consentir que usemos su gimnasio para tal fin.
     De un momento a otro, empiezo a tenerle ganas a ella también, y ella no parece querer salir corriendo del lugar. Está vestida con ropa tipo de gimnasia artística, toda de blanco excepto la parte de la cintura que tiene unas franjas rojas. Empiezo a perder un poco el control de mí mismo y termino diciéndole que su presencia no nos iba a inmutar y que quiera o no, íbamos a usar su gimnasio, e incluso que si se quedaba podía terminar siendo parte de la fiesta. Esto último la hizo sonrojar por completo, dejándola sin palabras.

viernes, 8 de junio de 2018

Cosas

     Intento hablar pero de mi boca sólo sale un zumbido. Soy un mosquito.
     Veo un partido de futbol y como de costumbre alguien se tira en el área para querer robar un penal. Nadie le cree. Ni su hinchada ni sus compañeros de equipo. El arquero contrario, que no es otro más que Homero Simpsons, lo levanta y saca a patadas del área mientras el público lo aplaude. El jugador se aleja corriendo.

viernes, 1 de junio de 2018

Niños eternos

     A mitad de la noche, por las calles de una ciudad tropical, estoy caminando hacia un Bar. Adentrándome al mismo, me encuentro con un grupete de gorditos acorralando una mesa con sus rechonchos cuerpos. Están hablando sobre la última película de Terry Gilliam sobre Don Quijote.
     Por una de las ventanas laterales de aquel extraño Bar puedo ver al mismo Gilliam bajo la luz de una farola, sentado en la vereda.
     El que atiende a los sujetos que no dejan en paz a la pobre mesa, dice ser amigo del director, y les pregunta si quieren colaborar con el plan para asesinar a Zapatero. Por toda respuesta me miran a mí, como si yo fuese el jefe. Me dicen que parezco Lord Fancis, pero con ropa de camboyano.
     Ahora es una mujer la que me está diciendo eso, y detrás de ella y a mi alrededor está la inmensidad del mar. Estoy, supongo, en alguna playa de Camboya.
     No termino de entender qué estoy haciendo ahí o quién es la mujer, cuando cae un niño del cielo, y luego otro, y luego otro. Los niños son recogidos por gente del lugar y por aquella mujer también, que ahora tiene uno en brazos.
     Mirando el cielo logro ver una especie de bolsa deshecha, grande como un globo aerostático. Como si hubieran llegado a las cercanías de la playa dentro de eso y caído a último momento.
     Ahora la gente reunida, debate qué hacer con ellos. La mujer decide quedarse con el que lleva en brazos y llevárselo a su casa. Mi hermano Nicolás le pide que lo deje acompañarla, pero ella no quiere y le cierra la puerta del salón (me olvidé de decir que ahora la playa era un salón) en la cara.
     Cuando mi hermano está viniendo hacia donde yo me encontraba, cabizbajo, escuchamos una hermosa melodía saliendo de otra habitación. Al abrir la puerta, los otros dos niños estaban tocando el piano.

viernes, 25 de mayo de 2018

Ira

     Mi amigo Sebastián está hablando con una niña que parece odiar al universo mismo. Está tratando de hacerle entender que el capricho por el cual está haciendo escándalo, es una nimiedad frente a cosas verdaderamente graves. Entonces, ante la sorpresa de todos, le cuenta que de niño había sido abusado por Emilio, el carpintero del colegio.
     Con apenas unas miradas todos entendemos lo siguiente que haríamos, sin importar la opinión o intervención de nadie. Estábamos completamente fuera de nuestros cabales, cegados, iracundos.
     Sabíamos que ese carpintero vivía en el segundo piso de un edificio, de esos que son como dos o tres pegados uno al lado del otro. El primero que abrió la puerta que daba al balcón del ya innombrable sujeto, fue Maxi, también amigo del colegio. El pronto-a-ser-historia sabía muy bien que aquel día le llegaría y lo estaba esperando.
     Yo no llego a entrar que mi amigo sale a tropezones con el monstruo encima golpeándolo en el hombro con un caño de hierro de alguna tubería. Mi primer reacción es escapar, entendiendo que habíamos ido por puro impulso sin siquiera haber llevado nada con qué atacarlo además de nuestras propias manos. Porque obviamente íbamos a golpearlo, era lo único en que pensábamos. Nada de charlas, ni perdones. Eso no estaba en nuestro diccionario.
     Pero cuando estoy saltando al balcón del vecino, veo de reojo un palo de madera, como si alguien lo hubiese pulido para usarlo de defensa personal. Inmediatamente retrocedo sobre mis pasos, lo agarro y vuelvo corriendo a partírselo en la cabeza.
     El primer golpe se lo doy en la nuca y deja de atacar a Maxi pero sigue en pie, por lo que vuelvo a golpearlo, esta vez del lado de la cara. Aquel ser asqueroso esta vez pierde el equilibrio y tropieza, para caer luego por el balcón y morir.

viernes, 18 de mayo de 2018

En tierra de nadie

     En las afueras de Orán, en tierra de nadie debido a disputas religiosas, hay un puesto de gasolina.
     Unas motos se acercan al puesto. Lo sé porque soy yo quien mueve las motos y las acerca al puesto como si fuese un titiritero jugando sobre una maqueta de aquel terreno. Uno de los tipos mata al encargado de aquel puesto y huyen. En el escape se cruzan a un anciano que caminaba junto a un niño, al cual no ven. Disparan un tiro prácticamente sin frenar, y siguen huyendo porque ven de refilón que el anciano había caído. Yo sé que también hirieron al niño, que también cae, pero ellos no lo saben.
     Ahora esa persona que disparó soy yo, y un hermano pequeño me dice lo que en verdad sucedió. No puedo creerlo. También me dice que su familia viene a buscarme, que buscan venganza. Aquel culpable nuevamente vuelve a ser quien era en un principio. No sé quién es aquella persona, aunque creo que es un amigo, porque aparece su padre, que sí reconozco, con su hermano menor a rastras, para entregárselo a aquellos que buscan venganza, con la idea de que lo azoten. Es la única salida que encuentran ante tal atrocidad.
     Yo no quiero ver aquello y huyo caminando por las tierras desiertas.
     Cuando estoy llegando a Orán, me encuentro un hermano que viene a mi encuentro, como si hubiese sabido que yo estaba yendo a su ciudad. Trae una cantimplora que agradezco con un abrazo.

viernes, 11 de mayo de 2018

Eclipse de basura

     En una pequeña isla al otro lado del mundo, de una población de apenas una decena de familias, me encuentro dando clases de Matemática a dos chicos. Uno de ellos me señala la ventana y me hace mirar.
     Lo que por un momento asumo como un terrible nubarrón, no es sino un conjunto colosal de globos oscuros que comienzan a esconder nuestro horizonte. Asustado por tal oscuridad, me asomo por la ventana para intentar ver el fin, la cola, de semejante cantidad de globos.
     Ya con la cabeza fuera, puedo contemplar la inmensidad de aquello. Tenía al menos cien metros de alto, y unos cuantos kilómetros de largo. El color de los globos iba del gris oscuro al negro semejante al petróleo. Estaban todos atados, y en la parte superior tenían como una capa de tela plástica corroída por hollín, que los mantenía unidos. Esto último logro verlo bien de cerca, debido a que un grupo de globos desprendido de aquel monstruo creado por el hombre, cae a unos metros de nuestra humilde aula.

viernes, 4 de mayo de 2018

Alea iacta est

     Estoy interrogando a alguien sobre algo que parece serio. La persona está atada a una silla y yo la/o golpeo con un fajo de billetes. Llora, y claramente no me da la respuesta que yo espero, porque vuelvo a golpearla/o.
     En un momento dado, dejo el interrogatorio y camino por un pasillo hasta una puerta. La abro y entran mi madre y hermanas. El lugar ahora es una fiesta, hay un montón de gente. Alguien comenta algo sobre ir acampar a la orilla de un río.
     En la orilla del río hay tres personas. Algo me hace verlos como figuras de un videojuego viejo, como de Family o Sega. Cada uno con un amuleto. Uno usa una moneda que parece de plástico. La tira al aire para ver su suerte, pero jamás logro llegar a ver su resultado, pese a que sé muy bien que ambas caras tienen la misma figura.

viernes, 27 de abril de 2018

Me lo dijo un profesor

"[...] entonces me hago un café, y me siento tranquilo a mirar asteriscos."

viernes, 20 de abril de 2018

El fin del principio.

     Un grupo de rebeldes se encuentra en el interior de lo que en otro siglo solía ser un silo. Están organizando su próximo movimiento.
     Yo supe ser el líder de aquel grupo, pero ahora sus órdenes las da una mujer. Tengo un mal presentimiento de lo próximo que va a suceder e intento hacerlos entrar en razón para que no hagan ninguna locura. No me hacen caso.
     Su primer paso es salir del silo y pelear contra esos que una vez llamamos "humanos trabajadores". Para lo cual, logran movilizar un viejo robot lo suficientemente grande, capaz de romper la puerta de entrada de su fuerte, y acabar rápidamente con la turba.
     El segundo paso es negociar. Si se puede llamar así a una apuesta.
   
     A sabiendas que yo me interpondría, me dejan inconsciente y me llevan a la frontera Noroeste, obligándome a bordear todo el campo minado, para volver a entrar por la puerta Sudeste. Tiempo que les llevaría a ellos llegar a los políticos y hacer la apuesta.
     Corro a una velocidad que me sorprende, y no paro por dos días. Aún así llego tarde. El pacto fue hecho. No puedo creer la arrogancia de esa mujer, arriesgando no sólo nuestras vidas, sino también la de las próximas generaciones: Va a destruir al Titán.

     Yo no quería ser parte de la masacre, por lo que me quedo en las afueras del silo.
     El Titán llega al día siguiente rodeado de otra turba iracunda. Los peones son los primeros en entrar al silo, para ser masacrados por el viejo robot.
     El Titán entra en segundo lugar y no tarda en obliterar al robot. Luego, en lo que parece ser una trampa para el verdugo, termina siendo la masacre que quería evitar, que no quería ver. Puedo ver la saliva, la sonrisa de satisfacción de aquel verdugo de esta nueva era, del Titán protector de los llamados "pueblos". No sólo mata a los rebeldes, se los come.
     En ese momento me ve, y veo ese destello en el ojo, ese momento en que él cree ser amo y señor de todos nosotros, ese momento en que deja de pensar. Sólo se vanagloria...
   
     Es ahí cuando ella planeó su muerte.
     Yo no fui más que la distracción que ella esperaba que fuera. Sabía que estaba en su contra. Que intentaría frenarlos. Es por eso que mi mente estaba limpia y el bicho sólo leyó poder en mi derrota mental.
     Fue la última masacre del verdugo, fue su última sonrisa también.
     El campo es nuestro ahora. Los tiempos cambiarán.

viernes, 13 de abril de 2018

Araña maldita

     Me encuentro en un aula esperando el resultado de un examen que pareciera ser de Literatura. El que está corrigiendo es quien creo recordar fue mi director cuando iba al primario. Momentos después está mostrándome el examen, pero no logro entender si me fue bien o mal y lo siguiente que recuerdo es que estoy en el camarote de un tren de fines del siglo XIX camino a mi finca.
     Cuando estoy llegando a mis territorios, presiono una palanca que encuentro a mis pies, la cual desconozco si hace desviar al tren en el siguiente cruce (el de mi finca), o si simplemente es una señal para que el conductor se desvíe, así como uno aprieta el botón del colectivo hoy en día para notificar al conductor que va a bajar en la siguiente parada.
     Como decía, el tren se desvía y se adentra en mis dominios (Parece que en otro siglo he sido alguien tan adinerado que hasta estación de tren propia tenía). Me bajo del tren y me dirijo a la cabaña donde se encontraban esperándome mis familiares y amigos, pero algo me hace cambiar de parecer y dirigirme a otra cabaña, que supongo mía.
     Estando a pocos metros de mi cabaña, me encuentro con una araña del tamaño de mi mano o incluso más grande, que está colgando del techo del porche, moviendo ágilmente sus largas patas mientras envuelve algo del tamaño de un ratón. Situación que me aterra, pero por algo que no termino de entender, ya que en sí las arañas no me dan para nada de miedo, excepto tal vez si tengo una encima mío estando distraído, pero nunca así en la distancia, ya que entiendo que más miedo me tiene ella, siendo nosotros los humanos seres mucho más grandes y peligrosos.
     Como sea, del terror salgo corriendo, y esa araña comprende rápidamente la situación y sube a toda velocidad su tela hasta llegar al techo, desde donde empieza a perseguirme.
     El miedo de esa incerteza, de ese algo que esa araña sabe y yo no, me puede más y me despierto.

viernes, 6 de abril de 2018

Reencuentro

     Una camioneta frena bruscamente sobre la polvorosa calle principal de algún pueblo abandonado por la civilización. Se bajan varios bandidos. Están buscan a una mujer y a un niño.
     En otro lugar, un vehículo amorfo pasa a toda velocidad. Está manejado por un robot, que a su vez recibe órdenes de lo que queda de un científico loco. La cabeza del mismo está soldada a la parte delantera de dicha extravagancia andante.
     Logran alcanzar a otro vehículo por el que se puede entrever a un niño en su parte trasera. El científico lo reconoce y ordena al robot que lo mate. El robot antes de hacerlo ve a la madre, la cual identifica y desiste hacerlo.
     Ahora el robot es un androide y está hablando con aquella mujer. Le dice que tiene exorbitantes cantidades de dinero, logradas trabajando para el científico, y que están guardadas en un banco al cual ningún humano tiene acceso. Le dice que quiere regalarle una parte del dinero, ya que él no tiene ningún otro propósito para darle. Que con ese dinero podría ir a algún lugar paradisíaco y olvidarse de todo.
     Estoy sobrevolando unas playas de aguas cristalinas. Debo estar en un helicóptero o algo similar porque el movimiento es lento, suave. Estando a una altura de al menos cincuenta metros, salto. Me zambullo en esas hermosas aguas. Al salir nuevamente a la superficie encuentro a mi mujer y nos abrazamos.

viernes, 30 de marzo de 2018

Karma

     Me encuentro en el patio de atrás de mi casa contemplando un árbol, cuando aparece un pequeño escarabajo. Por razones que superan mi entendimiento, lo piso. Inmediatamente empiezo a escuchar ruidos muy fuertes, como de ventiladores, o más bien turbinas. Un escarabajo gigante está elevándose por encima de la medianera de mi vecino y creo que no está precisamente feliz con mi existencia. Antes que llegue a encararme, me adentro en mi casa en busca de un arma. Una vez armado, vuelvo a salir al patio a enfrentar mi destino, pero no encuentro más que escombros de lo que supo ser una vez la medianera, así como también una "montaña" de hippies, todos los cuales están haciendo toda clase de posturas de yoga, observándome.
     Al no poder acomodar mis ideas sobre la desmaterialización de semejante bicho por arte de magia, les pregunto a los hippies si habían visto a dicho monstruo. Sin abandonar aquella extraña "montaña" humana me responden que no habían visto nada. Empiezo a desconfiar de mí mismo y a creer que había sido todo una visión, pero aquellos escombros, el sector de medianera que ya no estaba me afirmaban que todo era real. Me acerco a la medianera, la cruzo, y a mi derecha veo aquel coleóptero gigante yéndose por el pasillo de la casa de mi vecino. Lo señalo con el dedo mirando a los hippies y me dicen "Ah, ese, sí".

viernes, 23 de marzo de 2018

Exposición cultural

     Estoy explorando lo que parece ser una exposición sobre países y datos curiosos. Me acompañan mi madre y mi hermana. Lo primero que vemos es un castillo francés, en el que se aprecia una placa que aclara que ahora los franceses veneran a las princesas. No como antes, que odiaban a Lady Di. El segundo castillo ostenta una placa orgullosamente, que reza ser el país con más técnicos eléctricos por habitante. Intentamos reconocer la bandera, y lo que al principio creíamos que era India, resulta ser Turquía.
     Continuamos y nos encontramos con una exposición sobre la cultura Amish. Hay un profesor que dirige la actuación de sus alumnos y acaban de terminar. Los alumnos merodean un poco, descansan, y el  profesor los vuelve a llamar a sus lugares para recomenzar la función. Un niño, al que parece que le tocó el papel de "Rollo de Fardo", está ofendido y en vez de volver a su lugar, decide acostarse al lado del profesor sin que este se percate. Momentos después, el acto sale mal y el profesor patea el rollo de fardo debido a su frustración. El niño/rollo de fardo sale volando por los aires y cae. El niño enojado, persigue al profesor y lo golpea. El profesor, tanto del susto como por los nervios de haberlo lastimado, no se defiende. El niño no deja de golpearlo hasta que algo los interrumpe. Una mujer saca de un cuarto lleno de telarañas una bicicleta inglesa y se la da al profesor para que huya.
     Ahora ese niño soy yo, y aquel profesor es mi hermano. Trato de decirle que no se vaya. Le grito. Se va a toda velocidad, jugando una carrera con un amigo. No puedo sacarme de la cabeza la imagen de aquella escultura conmemorativa del terrible accidente de mi hermano y su amigo. Ambos están representados sobre sus bicicletas y con sonrisas de felicidad. De inocencia. Agarro otra bicicleta que encuentro y uso todas mis fuerzas para alcanzarlos y decirles que paren. Que no vayan. No puedo alcanzarlos. Se van. Grito. Grito con todo el alma. Me duele el cuerpo. Tiemblo. Lloro. Despierto.

viernes, 16 de marzo de 2018

Película de acción

     Escenas finales de una película de acción: Robin Williams es un asesino y es perseguido nada más y nada menos que por Bruce Willis con la típica cara de serio. Como siempre, Bruce haciendo la suya y demás, parece que lo estuvo persiguiendo sin haber demostrado que era policía/detective/agente de la ley, por lo que en la persecución hay metido un ciudadano común y corriente, el cual persigue, digamos, a ambos.
     El escenario final transcurre entre dos viejos puentes adoquinados, que cruzan un pequeño canal de alguna ciudad europea. De cada lado de uno de los puentes se encuentran Bruce y Robin, mientras que el ciudadano llega último, pasando cerca de Bruce, el cual se cubre debajo de su propio auto con el arma, y termina frenando en el otro puente, para ser recibido por más ciudadanos preocupados, que lo ayudan a bajar de su auto. Entre los ciudadanos aparece Denzel Washington con una esponja de luffa, la cual estira de manera que queda hecha puros hilos, los cuales, por la sonrisa de su cara, asumo que son para intentar reducir o incluso ahorcar a Bruce. Hecho lo cual, emprende una corrida hacia él.  Pero, antes de que ocurra nada aparece Al Leong, también conocido como "El chino que muere", tratando de controlar la manguera de una aspiradora industrial mientras esta vuela por los aires. La manguera termina cayendo al canal, la cual, luego de unos retorcijones vuelve a la superficie y escupe algo que no logro ver qué es, debido a que desaparece rápidamente en la estratósfera. Este hecho que conmueve a los ciudadanos al punto de lanzar vítores y aplausos de felicidad.
     Ahora estoy con la manguera buceando por el fondo del canal, aspirando la suciedad que veo a mi paso. Me encuentro en un principio con piedras y pequeñas cosas sin valor, pero a medida que me voy acercando al puente, empiezo a ver herramientas de trabajo, como ser pinzas, alicates, martillos, inclusive palas y llaves inglesas bien grandes, de las que se usan en los campos petroleros, todo lo cual, voy sacando afuera hasta que ya, habiendo una pila importante de piezas, un vecino entre risas me dice que podría abrir mi propia ferretería.
     Ahora estoy en el medio del canal, pero parado sobre la superficie del agua con una señora que pareciera querer arreglar un lavarropas. Con la aspiradora succiono todo el agua dentro del mismo, mientras una niña parada encima, trata de hacer equilibrio. Al terminar, le digo a la niña que es peligroso lo que hace, que podría caer dentro y quedar atrapada. Luego me quedo contemplando la forma de desagote del lavarropas y empiezo a visualizar una forma para evitar que los niños puedan caer y quedar atrapados ahí.
     Todo termina con la visualización de un laberinto de juguete. De esas cajitas con una bolita metálica dentro y un vidrio en la parte superior para poder ver su recorrido mientras movés la caja.

viernes, 9 de marzo de 2018

¿Paranoia?

     Caminando por la Avenida Vergara de Hurlingham hacia Morón, más precisamente cruzando la esquina del Carrefour, un perro me ladra desde adentro de una de las fábricas. Por toda respuesta a su molesto ladrido, lo escupo. El pequeño montón de saliva incrustado en las rejas no parece inmutarlo y me sigue ladrando. Lo vuelvo a escupir e inmediatamente siento que alguien me puede haber visto. Amago a mirar hacia atrás, pero decido mejor correr. Corro. No llego a hacer cien metros cuando un tipo, con la cara tapada por un gorro y la remera levantada hasta por encima de la nariz, me mira fijo. Desacelero y me pongo a trotar. Dudo. Termino pasando caminando por al lado sin que me haya sacado los ojos de encima. Creo que lo conozco, pero prefiero no pensar y seguir caminando. Súbitamente pego un salto y me giro completamente a la vez que levanto la mano a sabiendas que venía el colectivo. Ahí estaba. El 390 frena y su colectivero espera a que pague. La máquina está en la misma parada de colectivo, como si fuera un cajero automático. Saco un trozo de cable amarillo de unos cinco centímetros que tenía en el bolsillo e intento introducirlo en la máquina, pero no termino de hacerlo porque recuerdo que el boleto ya no sale 1,25 sino 8,25. Grito "Cyka Blyat" y otras tantas puteadas en ruso. El colectivero entiende que no voy a subir y se va. Ni bien se va, recuerdo que tenía la SUBE e incluso estaba cargada.
     Estoy en el colectivo. El mismo está lleno de bebes y nenes de entre dos y cinco años. Hay uno vanagloriándose por algo que hizo, diciéndole a otro, que parece como si hubiese perdido una apuesta o algo similar, que le de las gracias y que le diga Mi-hi (¿Mee-Hee?). El otro lo dice y todos ríen. En el fondo veo ex compañeras del colegio con malas caras hablando mal de los niños, pidiendo que los metan en algún lado, abajo del colectivo. Yo les respondo que sería posible sólo de existir un "abajo". Todos ríen.

viernes, 2 de marzo de 2018

Surfeando sobre un Quebracho

     Estoy de viaje por el Sur, caminando solo, por lo que sería la costa de algún lugar de Río Negro o Chubut, cuando aparece mi ex con un tipo. Intercambiamos pocas palabras y se van. De un momento a otro el clima se torna violento, con fuertes vientos y una marea indomable. Me acerco a la orilla y comienzo a adentrarme al mar hasta que pierdo el dominio de mi caminar. El mar me quiere tragar y llevarme a los confines del océano. Cuando logro soltarme de él, se enoja y se se aleja ofendido augurando un inminente maremoto. Encuentro a mis pies un tronco de quebracho partido en dos. Levanto la parte más larga y empiezo a correr a encontrarme con la gran ola que viene furiosa, para poder barrenarla. Lo logro. Estoy en la cresta de la ola. Sobrepasamos la playa y nos adentramos a tierra. Llegamos a una ciudad y la ola empieza a perder fuerza, a decrecer. Veo una escuela y me bajo del quebracho, sin evitar que el mismo continúe su trayectoria e impacte en una puerta, atravesándola y terminando incrustado en una pared. Me acerco y veo a mi gato Décimo durmiendo a pocos metros. Comprendo que por poco podría haberlo matado. Inmediatamente después, escucho, o presiento, que alguien viene y me apuro a limpiar el desastre.
     Ahora yo dejo de "ser" y es una caricatura de un gordo picarón. El gordo saca afuera de la escuela, que ya no es escuela sino una tienda, un cadáver. Lo levanta y lo moldea para que aparente ser un maniquí. La escena empieza a deslizarse hacia a la izquierda y hay más tiendas, todas con el mismo gordo picarón. Ahora una persona entra a la tienda y deja de ser un dibujo animado. El gordo ahora es un amigo de mi hermano, que intenta venderle un producto a base de un 4% de frutillas, que el comprador claramente no quiere. Lo persigue y presiona a que lo compre, dando vueltas alrededor de una góndola, insistiendo que es lo mejor del mercado y que debe comprarlo. La cámara que todo lo ve ahora soy yo, es decir, en primera persona. Le digo al comprador que en otra tienda hay un producto mejor, y con más porcentaje de frutillas. El tipo se va y le digo al vendedor que de esa manera no va a lograr un buen negocio. Que acaba de perder un cliente, o mejor dicho, dos.

viernes, 23 de febrero de 2018

Extraño holocausto de insectos

Imagen: Frida Kahlo en la cama, tapada hasta el pecho con el brazo izquierdo extendido, donde se puede ver una cantidad importante de pelo. No sólo en la axila, sino que se extiende hasta la mitad del brazo.
Imagen: Frida, pero ahora con cuerpo de Penélope Cruz, desnuda, caminando hacia un lugar determinado en la habitación, con un pequeño frasco de "extractos de perfume anal propios".
NOTA: El perfume es para exterminar bichos que aparecen en la habitación por debajo del piso, para luego subir por un conducto de aire.
Imagen: Una araña terminando de meterse en el conducto, frena al escuchar una voz decir "¿Qué tal su día doña hormiga?". Se asoma y ve una ¿Tele? ¿Radio?, con una hormiga viendo/escuchando y, tal vez, más bichos prestando atención.
Imagen: Habitación sin bichos.
FIN

lunes, 15 de enero de 2018

Persecución graciosa

     Luego de estacionar el auto en la plaza para realizar aquel pago, y que un tipo intentase matarme desde lo alto de un edificio utilizando un rifle camuflado en una trompeta, empiezo a perseguirlo calle arriba. Endemientras corro, trato de dar alcance a un chizito con la mano derecha. El chizito, por alguna razón, rodaba en la misma dirección en que corríamos. Una vez atrapado, lo como y continúo la persecuta.
     Paradojicamente, el individuo medio regordete, rulos, ojos saltones, de rasgos italianos, me aconsejaba por donde saltar o correr durante la pseudo-persecución. Incluso cuando saltó por un sector peligroso me pidió disculpas cual película de comedia.
     Una vez que pasamos por la típica cocina (siempre hay cocinas en las persecuciones de a pie), el sueño varía y estoy en una especie de cuarto-biblioteca sentado frente a una mesa y al lado de una ventana, cuando unas personas grandotas que, caminando por la vereda ven mi puerta abierta, intentan entrar. Mediante disculpas los echo nuevamente a la vereda. Momentos después escucho un llanto que por alguna razón asocio a una mujer gorda en algún lugar de la casa, y termino despertándome porque lo que lloraba era en realidad un Curlew a metros de la carpa, el cual se "comunicaba" con otro más lejos.

Actualizo para dejar un video con el llamado del Curlew, para aquellos que no tuvieron la oportunidad, como yo, de escucharlos (o sufrirlos al intentar dormir):