viernes, 9 de marzo de 2018

¿Paranoia?

     Caminando por la Avenida Vergara de Hurlingham hacia Morón, más precisamente cruzando la esquina del Carrefour, un perro me ladra desde adentro de una de las fábricas. Por toda respuesta a su molesto ladrido, lo escupo. El pequeño montón de saliva incrustado en las rejas no parece inmutarlo y me sigue ladrando. Lo vuelvo a escupir e inmediatamente siento que alguien me puede haber visto. Amago a mirar hacia atrás, pero decido mejor correr. Corro. No llego a hacer cien metros cuando un tipo, con la cara tapada por un gorro y la remera levantada hasta por encima de la nariz, me mira fijo. Desacelero y me pongo a trotar. Dudo. Termino pasando caminando por al lado sin que me haya sacado los ojos de encima. Creo que lo conozco, pero prefiero no pensar y seguir caminando. Súbitamente pego un salto y me giro completamente a la vez que levanto la mano a sabiendas que venía el colectivo. Ahí estaba. El 390 frena y su colectivero espera a que pague. La máquina está en la misma parada de colectivo, como si fuera un cajero automático. Saco un trozo de cable amarillo de unos cinco centímetros que tenía en el bolsillo e intento introducirlo en la máquina, pero no termino de hacerlo porque recuerdo que el boleto ya no sale 1,25 sino 8,25. Grito "Cyka Blyat" y otras tantas puteadas en ruso. El colectivero entiende que no voy a subir y se va. Ni bien se va, recuerdo que tenía la SUBE e incluso estaba cargada.
     Estoy en el colectivo. El mismo está lleno de bebes y nenes de entre dos y cinco años. Hay uno vanagloriándose por algo que hizo, diciéndole a otro, que parece como si hubiese perdido una apuesta o algo similar, que le de las gracias y que le diga Mi-hi (¿Mee-Hee?). El otro lo dice y todos ríen. En el fondo veo ex compañeras del colegio con malas caras hablando mal de los niños, pidiendo que los metan en algún lado, abajo del colectivo. Yo les respondo que sería posible sólo de existir un "abajo". Todos ríen.

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