sábado, 20 de octubre de 2018

La misión

     Está en curso una operación especial que implica el uso de helicópteros militares. Parecieran ser fuerzas armadas serbias, o rusas. Uno de los pilotos es un gordo, de esos que literalmente viven en un cuarto sentado frente a una pantalla. Que no sólo tiene flotadores rodeándole la cintura por la inacción, sino que también tiene en los tobillos.
     Debido a la descripción antedicha, imagino que controla el aparato desde su cuarto, porque subir semejante peso a la cabina de uno de esos aparatos, no sólo implicaría impedimentos dentro del reducido espacio, sino que además el hecho de introducirlo probablemente agitaría al gordito y no cumpliría, debido a la agitación, sus funciones al máximo de su potencial. Y por la seriedad de la operación, no pareciera que los genios detrás de ella acepten un mínimo de error.
     Apenas visualizo los despegues de las fieras metálicas voladoras, todo se desvanece y el gordo ahora está sentado en el comedor de un café típico anglosajón, de esos que tienen la barra larga perpendicular a las mesas, y las mesas pegadas a un vidrio que va de lado a lado, desde donde uno puede apreciar la cotidianidad de la ciudad.
     El gordo, como decía, está preocupado. Parece que la misión salió mal y él fue el culpable. Sus superiores claramente lo expulsaron de la unidad. Lo que sigue es una mezcla de información respecto a cómo había él sido aceptado en la unidad en primer lugar.
     En dicho país, para entrar al comando de operaciones especiales se necesita el visto bueno de los ciudadanos corrientes. Es decir, que así como en algunos países a uno le llega un correo para presentarse a ser jurado en un juicio, en este le llega a uno una carta con todas las calificaciones y aptitudes de alguien que aplica y uno tiene el deber de aceptar o rechazar la aplicación.
     El gordo habla de que el país tiene ochenta millones de habitantes, por lo que ubico instantáneamente que es alemán. Habla de lo extraño de haber sido aceptado por banqueros y oficinistas que no entienden nada.
     Ahora me encuentro en una casa que no reconozco. Alguien tiene el video del desastre y pide algo a cambio de él. La morbosidad puede más y la persona obtiene lo que pide.
     El video muestra cuerpos mutilados, sangre y más sangre. Como si la bola gigante de Indiana Jones hubiera aplastado al mismo y a todo el set de filmación.