viernes, 14 de septiembre de 2018

Insectos de nuestras tierras

     Debo tener entre diez y doce años. Estoy con unos amigos en un galpón viejo. Ese típico lleno de chatarra y partes de autos y bicicletas, que siempre algún familiar de uno tiene. Estamos armando algo mecánico que depende de una rueda para funcionar. Le ponemos la rueda, la hacemos girar y nos volvemos locos de felicidad al verlo funcionar. Nos ponemos a cantar canciones de la infancia. Paradójicamente, sé que estoy cantando la canción de "Chiquititas". Me sé la letra y acompaño a mis amigos en el canto. Pero debe estar la letra y el ritmo en mi subconsciente, porque no hay ningún rastro en mi consciente al escribir esto.
     Ahora salimos a la calle. Es la calle de tierra de un pueblo campestre, con zanjas a ambos lados. Mis compinches agarran palas y empiezan a cavar otra zanja perpendicular a las otras, entre la entrada de nuestro galpón y la tranquera del vecino de enfrente. De alguna forma es como si intentaran unir ambas zanjas cual trincheras. Son pura energía, pero lo que quieren hacer es demasiado para apenas un ratito de una tarde de verano. Sólo logran hacer un metro de largo de un leve desnivel en la calle.
     Cuando están descansando veo algo. Algo que ellos no notaron. Hay un túnel exactamente debajo del trazado donde ellos querían hacer aquella proeza infantil. El túnel está lleno de hormigas del tamaño de una avispa, y es apenas la punta de una gigantesca megalópolis de otros tantos insectos. Ese jugueteo de palas y tierra no hizo otra cosa que despertarlos.
     Se desmorona y cae dentro de aquel infierno de hormigas lo poco de tierra que habían empezado a cavar. Empiezan a salir. La tierra tiembla a nuestro alrededor. Por la entrada de nuestro galpón asoma la cabeza una cucaracha más grande que un sapo. Con la esperanza de bloquear su salida, y la de sus amigas que vienen detrás empujando, le salto encima de la cabeza.
     Apenas consigo unos segundos de tiempo para que mis amigos huyan. Empiezo a elevarme debido a la presión de miles y miles de bichos saliendo por el hueco. Quedo a unos tres metros del nivel del suelo. Estoy encima de los bichos, que todos unidos hacen la forma de una pared.
     Ahora uno de mis hermanos me está contando las leyendas sobre aquellos seres mágicos, que algunos veces hacen desaparecer paredones, tranqueras, hasta casas. Para luego volverlas a sus lugar como si nada hubiese pasado. Me cuenta también que el paredón donde estaba parado había desaparecido hacía unos días.

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