viernes, 28 de septiembre de 2018

El Fantasma de Cemento

     Estoy pateando por las calles de mi barrio. Volviendo a mi refugio espiritual. A dos cuadras, por error entro a una tienda gigante hindú. Iba por la vereda, y debo haber estado caminando tipo zombie porque entré como en diagonal a la tienda, debido a unas puertas automáticas.
     Cuando me doy cuenta que ya no estoy caminando por mi reconocida vereda, pego la vuelta y salgo. Pero ahora la vereda ya no existe, sino que esa tienda estaba dentro de un Mall. Camino por el corredor que en otra historia hizo las veces de vereda de barrio hasta cruzarme con un guardia de seguridad, para preguntarle por la localización de la salida de aquel fantasma de cemento. Me la señala, pero me dice que para salir tengo que pagar lo que me estoy llevando. Confundido le pregunto qué estoy llevando. No llega a responderme que me doy cuenta que tengo encima una mochila, con etiqueta y todo. Hay un cortocircuito de nervios en mi interior y lo siguiente que recuerdo es que estoy corriendo, escapando de ese guardia en busca de otra salida.
     Bajo por unas escaleras mecánicas y la persona que corre es otra esencia. Es una mujer en sus treinta. Lleva una peluca gris y corre como si llevara pantuflas. Hay mucha gente en la entrada/salida de aquel Mall. La mayoría está festejando el evento, como si fuese alguien importante llegando a la meta de una maratón. Cruza la línea. Hay papelitos, globos, gritos eufóricos, abrazos.
     Estoy contando dicha historia postrado en la cama de un Hospital rodeado de niños que me miran atentamente.

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