viernes, 20 de abril de 2018

El fin del principio.

     Un grupo de rebeldes se encuentra en el interior de lo que en otro siglo solía ser un silo. Están organizando su próximo movimiento.
     Yo supe ser el líder de aquel grupo, pero ahora sus órdenes las da una mujer. Tengo un mal presentimiento de lo próximo que va a suceder e intento hacerlos entrar en razón para que no hagan ninguna locura. No me hacen caso.
     Su primer paso es salir del silo y pelear contra esos que una vez llamamos "humanos trabajadores". Para lo cual, logran movilizar un viejo robot lo suficientemente grande, capaz de romper la puerta de entrada de su fuerte, y acabar rápidamente con la turba.
     El segundo paso es negociar. Si se puede llamar así a una apuesta.
   
     A sabiendas que yo me interpondría, me dejan inconsciente y me llevan a la frontera Noroeste, obligándome a bordear todo el campo minado, para volver a entrar por la puerta Sudeste. Tiempo que les llevaría a ellos llegar a los políticos y hacer la apuesta.
     Corro a una velocidad que me sorprende, y no paro por dos días. Aún así llego tarde. El pacto fue hecho. No puedo creer la arrogancia de esa mujer, arriesgando no sólo nuestras vidas, sino también la de las próximas generaciones: Va a destruir al Titán.

     Yo no quería ser parte de la masacre, por lo que me quedo en las afueras del silo.
     El Titán llega al día siguiente rodeado de otra turba iracunda. Los peones son los primeros en entrar al silo, para ser masacrados por el viejo robot.
     El Titán entra en segundo lugar y no tarda en obliterar al robot. Luego, en lo que parece ser una trampa para el verdugo, termina siendo la masacre que quería evitar, que no quería ver. Puedo ver la saliva, la sonrisa de satisfacción de aquel verdugo de esta nueva era, del Titán protector de los llamados "pueblos". No sólo mata a los rebeldes, se los come.
     En ese momento me ve, y veo ese destello en el ojo, ese momento en que él cree ser amo y señor de todos nosotros, ese momento en que deja de pensar. Sólo se vanagloria...
   
     Es ahí cuando ella planeó su muerte.
     Yo no fui más que la distracción que ella esperaba que fuera. Sabía que estaba en su contra. Que intentaría frenarlos. Es por eso que mi mente estaba limpia y el bicho sólo leyó poder en mi derrota mental.
     Fue la última masacre del verdugo, fue su última sonrisa también.
     El campo es nuestro ahora. Los tiempos cambiarán.

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