Me encuentro en un aula esperando el resultado de un examen que pareciera ser de Literatura. El que está corrigiendo es quien creo recordar fue mi director cuando iba al primario. Momentos después está mostrándome el examen, pero no logro entender si me fue bien o mal y lo siguiente que recuerdo es que estoy en el camarote de un tren de fines del siglo XIX camino a mi finca.
Cuando estoy llegando a mis territorios, presiono una palanca que encuentro a mis pies, la cual desconozco si hace desviar al tren en el siguiente cruce (el de mi finca), o si simplemente es una señal para que el conductor se desvíe, así como uno aprieta el botón del colectivo hoy en día para notificar al conductor que va a bajar en la siguiente parada.
Como decía, el tren se desvía y se adentra en mis dominios (Parece que en otro siglo he sido alguien tan adinerado que hasta estación de tren propia tenía). Me bajo del tren y me dirijo a la cabaña donde se encontraban esperándome mis familiares y amigos, pero algo me hace cambiar de parecer y dirigirme a otra cabaña, que supongo mía.
Estando a pocos metros de mi cabaña, me encuentro con una araña del tamaño de mi mano o incluso más grande, que está colgando del techo del porche, moviendo ágilmente sus largas patas mientras envuelve algo del tamaño de un ratón. Situación que me aterra, pero por algo que no termino de entender, ya que en sí las arañas no me dan para nada de miedo, excepto tal vez si tengo una encima mío estando distraído, pero nunca así en la distancia, ya que entiendo que más miedo me tiene ella, siendo nosotros los humanos seres mucho más grandes y peligrosos.
Como sea, del terror salgo corriendo, y esa araña comprende rápidamente la situación y sube a toda velocidad su tela hasta llegar al techo, desde donde empieza a perseguirme.
El miedo de esa incerteza, de ese algo que esa araña sabe y yo no, me puede más y me despierto.
viernes, 13 de abril de 2018
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